Historia de la Procesión Jesús de la Caída: Una Historia que Camina con Fe

En la quietud de la Antigua Guatemala, entre callejones de piedra y muros centenarios, nace la historia de una devoción centenaria: Jesús Nazareno de la Caída. Aunque no existen registros precisos sobre su primera procesión, se cree que fue hacia finales del siglo XVII cuando la sagrada imagen comenzó a recorrer humildemente los senderos de la fe.

Uno de los primeros testimonios documentados data del 23 de marzo de 1902. En esa ocasión, la imagen salió en procesión desde la finca Retana, organizada por la familia Matheu. Según el relato de Jorge Aguirre Matheu, la imagen fue colocada en un altar en el patio de la finca y, al caer la tarde, fue llevada en solemne procesión hasta su ermita, acompañada por los mozos de la propiedad y fincas vecinas.

Para 1920, la procesión iniciaba a las cinco de la tarde desde su templo hasta el Cementerio General San Lázaro, llevada en un anda de seis brazos, sin cucuruchos, pero ya con música de banda. Con el tiempo, la procesión creció en magnitud, extendiéndose por las calles de la Antigua Guatemala. Las tandas se organizaban durante el recorrido, alcanzando templos como la Escuela de Cristo, la Catedral, y finalmente la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, donde permanecía hasta el Domingo de Resurrección.

Curiosamente, se dice que esta imagen del Nazareno formó parte de los antiguos pasos de Jesús de la Merced, lo que explicaría su vínculo con dicho templo.

Fue hasta 1937 cuando los turnos procesionales comenzaron a utilizar fotografías. Años después, en 1982, el anda fue ampliada a 60 brazos; en 1990, se aumentó a 80; y finalmente, en la década del 2000, se ajustó para llevar 90 cargadores, manteniendo el tamaño original del mueble de 80 brazos.

Así, entre memorias, incienso y tradición, la historia de Jesús de la Caída continúa viva, como un testimonio de fe que trasciende generaciones.

Historia de la Hermandad

En los silenciosos corredores del tiempo, entre la devoción y el incienso, florece la historia de una hermandad que ha acompañado a Jesús Nazareno de la Caída y a la Santísima Virgen de Dolores en su andar penitente.

Aunque los documentos fundacionales se han perdido entre los años, se sabe que los primeros pasos de esta organización nacieron como una cofradía. Más adelante, entre 1927 y 1948, fue conocida como la Sociedad de Jesús de la Caída. Aquellos devotos vestían su fe con humildad, portando una pequeña medalla como distintivo, colgando discretamente sobre la túnica.

El 9 de febrero de 1949, bajo la presidencia de don Fernando Sulecio Torres, se dio un paso fundamental: se redactaron los estatutos y reglamentos de la hermandad, los cuales fueron aprobados por el Vicario General del Palacio Arzobispal, Monseñor Joaquín Santa María y Vigil. Así nacía formalmente la Hermandad, con estructura y reglas que cimentarían su legado.

Años más tarde, el 5 de abril de 1987, en un momento lleno de gracia y recogimiento, Jesús Nazareno de la Caída fue consagrado en el atrio de su templo. Aquel Quinto Domingo de Cuaresma, justo antes de dar inicio al cortejo procesional, Monseñor Ramiro Pellecer Samayoa presidió el acto solemne que marcó un antes y un después en la historia espiritual de San Bartolomé Becerra.

Desde entonces, cada paso de la procesión, cada nota de la banda, cada lágrima del devoto, resuena con mayor profundidad, porque no es solo una imagen… es un Cristo consagrado que guía con amor eterno a su pueblo.

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